TERCER DÍA
(domingo)
(domingo)
Tú, de todos los consoladores el
mejor, visitando el corazón turbado, da la gracia de la placentera paz. EL DON
DE PIEDAD el don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección
por Dios como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y
respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están
envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su
cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes.
Quien está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como
deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.
ORACIÓN: Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de
mi corazón. Enciende dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción
sólo en su servicio, y por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima
autoridad. Amén.
Padrenuestro y Avemaría, Gloria.
Oración por los 7 dones del Espíritu Santo:
(todos los días)
(todos los días)
Oh, Señor Jesucristo, que antes
de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra
en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo
Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu
amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas
perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el
Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina
verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más
seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para
que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos
que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda
conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia
de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios
dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de
reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo.
Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en
todas las cosas con tu Espíritu. Amén.

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