martes, 5 de junio de 2012


Tras el seguimiento de Jesús

El proceso de conversión lo iniciamos entonces cuando somos capaces de dejar todo, diría Jesús, “el que quiera venir en pos de mi que se niegue así mismo tome su cruz y me siga” o “tiene que dejar padre, madre, hermanos, casa”, etc., y “lanzarse hacia delante” hacia aquello que nos llama, ya sea un estilo de vida un trabajo social, una radicalidad del seguimiento de Jesús, el trabajo con y para…y es allí donde la persona que hace opción de vida de forma específica (religiosa) tiene que ser consciente que en el seguimiento podrán llagar muchas crisis que en muchos casos no fueron detectados durante los primeros años de vida consagrada pero que estuvieron ahí latentes y fueron ahondando cada vez mas, que llevan a perder el sentido y las motivaciones.
Ya pesa la oración en la que se pierde el diálogo con Dios, el trabajo pastoral se vuelve fatigoso incluso poniendo horario de oficina a las actividades, se cae en el fracaso, todo se estanca y todo ello por falta de motivaciones. Ya no atraen los votos, la pobreza pasa a ser un abstracto aunque no significa que los religiosos deban vivir en la miseria, pero sí en la austeridad. Con el pasar de los años frente a la castidad llega la “crisis de los cuarenta”, la frustración de no tener hijos, una familia, llevar una vida sexual, afectiva, etc., el religioso parece más diplomático que trabajador de la viña.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que las crisis solo se vuelven efectivas cuando aprendemos de ellas, cuando nos ponen de nuevo frente a la realidad, nos llevan a la conversión y la reafirmación y nos llevan a tomar decisiones más radicales “ellas nos colocan una vez más de frente a la alternativa crucial: o quedarnos en el desánimo y la mediocridad, u optar nuevamente por el radicalismos del Evangelio, más lúcida y maduramente” . La fe juega un papel fundamental en el seguimiento, caso explicito de Abraham, Moisés, María etc., solo a través de la fe dieron pasos gigantes, radicales, sin reservas.
Así pues, Jesús es el verdadero modelo de seguimiento, puesto que en un sentido auténtico asume la misión de hacerse “semejante al hombre menos en el pecado” y todo lo que ello implica, y manifiesta la presencia de Dios en el acontecer del ser humano. Sin embargo, en ese hacerse semejante al hombre se corre el riesgo que cada individuo tenga su propia imagen, su propio Jesús, puesto que tendemos a limitar a Jesús adecuando la nuestras necesidades.
Jesús fue un hombre en su humanidad plenamente coherente y eso fue lo que atrajo a muchos, su modelo de predicación, su sensibilidad, su acogida y fundamentalmente su forma se ser, de vivir y de actuar de forma coherente con lo que decía; sin desconocer que también pasó por el fracaso, el rechazo, la soledad, la incomprensión, la persecución e incluso la traición, y pese a ello nunca juzgo, no impuso su voluntad.

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