El apóstol Pablo: modelo del seguimiento de Cristo
«Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo»
Cuando leemos estas palabras de san Pablo quizá pueda formularse en nuestra mente la idea de que debemos “parecernos” al apóstol en sus características exteriores. Posiblemente esta idea se deba al hecho de que la sociedad en la que vivimos está profundamente marcada por las apariencias, concepción que se sustenta en el fenómeno de la moda, así, por ejemplo, los arquetipos de la sociedad son las estrellas del momento.
Pero san Pablo, no nos invita a imitarlo de esa forma, sino en la vivencia de la fe, en el seguimiento de Cristo, en su estilo para encarnar en nuestra vida las grandes enseñanzas de Jesús: amando a Dios y al prójimo. Estas enseñanzas llevan a toda persona a adoptar una identidad cristiana: «A no buscarse a sí mismo, sino a revestirse de Cristo y a entregarse con Cristo, compartiendo su muerte y resurrección».
Esto fue precisamente lo que llevó a término Pablo, después de su conversión. El amor apasionado que sentía por Jesucristo y por la humanidad entera lo llevó a soportar persecuciones, cárceles, lapidaciones, naufragios, hambre, frío, soledades, y todo lo que se le presentase, pues para él no había obstáculo alguno que le impidiese llevar adelante su misión: «que todos los hombres lleguen al conocimiento de Cristo y se salven». En esta carrera desgastó su vida.
Inmersos en una sociedad de las apariencias, estamos expuestos a dejarnos arrastrar por las modas del momento, caemos así en el individualismo, el consumismo, el materialismo, el hedonismo, nos apartarnos cada vez más de nuestra identidad cristiana.
Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y san Pablo un claro ejemplo de la perfecta entrega al proyecto de Jesucristo. Es por esta razón que el Apóstol de los gentiles nos pide que lo imitemos, porque él ha descubierto que sólo en Jesucristo el ser humano llega a realizarse plenamente. Esa experiencia de Cristo lo lleva a exclamar: «Ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí».
El seguimiento de Cristo más que una doctrina, es un estilo de vida. De ahí la necesidad de que cada uno de nosotros como sus seguidores-imitadores, nos esforcemos por hacer vida el mandamiento del amor: en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos, en el cuidado del medio ambiente. La mejor forma de predicar es haciendo vida, aquello que decimos. Y la construcción del Reino del amor, sólo será visible en la medida que empecemos a vivir en él: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado».
Que en esta festividad del Apóstol Pablo, con gran entusiasmo veamos en él un modelo, amigo y protector, nos acojamos a su intercesión y le pidamos su bendición de padre en la fe. Así sea. Muchas felicidades a todos los miembros de la Familia Paulina. Por: Esteban Rivera Rosas, ssp.
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