Por: Farud I Bríñez Villanueva
Popular es el pasaje bíblico en el que Jesús estaba orando y al terminar uno de sus discípulos le dice que les enseñe a orar. Jesús les dijo, Cuando vayan a orar digan: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofende, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén (Cf. Lc 11,1-4). El Padre nuestro nace de la experiencia de vida de Jesús, no es sólo su enseñanza, ni una sencilla oración; es la vitalidad del cristiano. Él no sólo enseña a orar a sus discípulos, enseña a orar a toda la humanidad, de todos los tiempos y por todos los tiempos.
La oración brota de lo más profundo del corazón. El beato Santiago Alberione dice que “es como la sangre, que sale del corazón, atraviesa todos los miembros, alimentando y vivificando todo el organismo… y así, invade todo el ser para llevarlo al amor de Dios. De esta manera se cumple el primer mandamiento: amarás al Señor con la mente, el sentimiento, la voluntad”.
Como cristianos y como católicos aceptamos y oramos la excelente oración enseñada por el mismo salvador, Jesucristo. Significa que la vivimos como hijos que tomamos la enseñanza dada por el Padre.
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