"En primer lugar quisiera decir que mi conversión al catolicismo fue completamente racional (...). Me bauticé en un cobertizo de lata situado en la trasera de un hotel de estación. Lo acepté porque así resultaba mucho más convincente para mi mente analítica.
Cuando la gente me pregunta ¿por qué ha ingresado usted en la Iglesia de Roma?, la primera respuesta es: para desembarazarme de mis pecados. Pues no existe ningún otro sistema religioso que haga realmente desaparecer los pecados de las personas". Catorce años antes de su conversión había escrito en el Daily News, en respuesta a cierto articulista:
"A su juicio, confesar los pecados es algo morboso. Yo le contestaría que lo morboso es no confesarlos. Lo morboso es ocultar los pecados dejando que le corroan a uno el corazón, que es el estado en que viven felizmente la mayoría de las personas de las sociedades altamente civilizadas".
Chesterton hubiera estado plenamente de acuerdo con estas palabras de Evelyn Waugh: "Convertirse es como ascender por una chimenea y pasar de un mundo de sombras, donde todo es caricatura ridícula, al verdadero mundo creado por Dios. Comienza entonces una exploración fascinante e ilimitada". Hubiera suscrito estas palabras porque consideraba al Cristianismo como un hecho histórico excepcional, verdaderamente único, sin precedentes, sin semejanza con nada anterior ni posterior. "No una teoría, sino un hecho: el hecho de que el misterioso Creador del mundo ha visitado su mundo en persona. El hecho más asombroso que ha conocido el hombre, la historia más extraña jamás contada.
Sé que el catolicismo es demasiado grande para mí, y aún no he explorado todas sus terribles y hermosas verdades. No sé explicar por qué soy católico, pero ahora que lo soy no podría imaginarme de otra manera.
Estoy orgulloso de verme atado por dogmas anticuados y esclavizado por credos profundos (como suelen repetir mis amigos periodistas con tanta frecuencia), pues sé muy bien que son los credos heréticos los que han muerto, y que solo el dogma razonable vive lo bastante para que se le llame anticuado". Razona con rigor lo razonable y cree con piedad lo inalcanzable sobre la Iglesia Católica dirá:
"No existe ninguna otra institución estable e inteligente que haya meditado sobre el sentido de la vida durante dos mil años. Su experiencia abarca casi todas las experiencias, y en particular casi todos los errores. El resultado es un plano en el que están claramente señalados los callejones sin salida y los caminos equivocados, esos caminos que el mejor testimonio posible ha demostrado que no valen la pena, el testimonio de aquellos que los han recorrido antes (...). Además, la Iglesia defiende dogmáticamente a la humanidad de sus peores enemigos, esos monstruos horribles, devoradores y viejos que son los antiguos errores".
El párroco de Chesterton recuerda que "la mañana de su Primera Comunión era plenamente consciente de la inmensidad de la Presencia Real, porque el sudor le cubría por completo en el momento en que recibió a Nuestro Señor. Cuando le felicité me dijo: "Ha sido la hora más feliz de mi vida". Con anterioridad, Chesterton le había confiado: "Me aterra la tremenda Realidad que se alza sobre el altar. No he crecido con ello y es demasiado abrumador para mí". A propósito de uno de sus mejores amigos, converso como él, Chesterton escribe:
"Los dos hemos hablado con un gran número de personas sobre cantidad de asuntos importantes, hemos contemplado parte del mundo y de sus filosofías, y no tenemos ni sombra de duda sobre cuál ha sido el acto más inteligente de nuestras vidas".
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