lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Por qué confesarse? Humanamente, ¡qué gano!


Una pregunta que algunos se hacen es la siguiente: ¿por qué debo confesarme?, ¿qué beneficios saco?, ¿por qué debo decirle a un hombre mis pecados? Normalmente estas preguntas las hacen fieles con una deficiente formación y educación católica, que poco o nada frecuentan los sacramentos, o bien, que acuden a misa por rutina.

Explicar la doctrina del sacramento de la reconciliación no es mi objetivo; más bien lo que quiero es tocar otro aspecto del sacramento que pocas veces consideramos. Pero antes de comenzar contaré una anécdota. Estando en el confesionario se acercó una persona que por el acento era norteamericano; sinceramente me extrañó un poco, pues los norteamericanos normalmente son protestantes, sólo una minoría son católicos… Él comenzó a hablar y a confesar sus penas, todo iba bien, hasta que en cierto momento me dijo: “soy protestante”.

Admito que me desconcerté un poco, pasada la sorpresa, y digamos con fines pastorales, no quise interrumpirlo y continué escuchándolo. Una vez que se retiró, me pregunté, ¿por qué este hombre se quiso confesar?, ¿por qué no buscó un pastor para que lo escuchara? Puedo imaginar un millón de cosas, lo cierto es que la reconciliación, sigue siendo de utilidad y es frecuentada aunque parezca raro, hasta por protestantes.

En más de una ocasión me he preguntado: aparte de los beneficios del sacramento, ¿qué utilidad humana dará el sacramento? Realmente no es difícil darse cuenta de su ello.

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