Por: José Miguel Villaverde El 13 de marzo de 2013, los jóvenes del noviciado esperábamos con muchas ansias saber el nombre del nuevo Papa, televisores, computadores, todo se mantenía fijo en la chimenea del Vaticano que nos anunciaría al nuevo Pedro. Satisfactoriamente, la chimenea expulsó humo blanco ¡el Espíritu Santo y el colegio de cardenales habían llegado a un consenso!, los aplausos no paraban ni en el noviciado ni en Roma, ahora esperábamos el anuncio.
Y se vio abrirse las cortinas del balcón papal y el cardenal protodiácono nos mantuvo en vilo por unos instantes hasta que hizo el anuncio: “Giorigium Marium sanctae romanae Ecclesiae cardinalem Berboglio”, por un momento, atónitos no lo podíamos creer, Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de la ciudad latinoamericana de Buenos Aires había sido electo sucesor de san Pedro, el primer latinoamericano y el primer jesuita en ser elegido para tan alto servicio.
Las campanas del corazón y de las iglesias se escuchaban al unísono, el nuevo papa había elegido el nombre de Francisco, “el pobrecillo de Asís” y se asomaba al mundo con gran sencillez, asombro y emoción, su presencia nos llenó de paz, renovó nuestro “sentire cum Ecclesia”(sentir con la Iglesia) y, tras pedir nuestra bendición nos bendijo, dejándonos en el corazón la alegría, el entusiasmo renovado y la acción de gracias a Jesús buen Pastor.
¿Quién es Jorge Mario Bergoglio, el ahora papa Francisco? Un hombre que viajaba en bus con su pueblo, que bebía del mate como buen argentino y que rompía y rompe protocolos para hacerse compañero de camino con los hermanos, éste es ahora el nuevo Pedro, un amante hijo de la Iglesia que tiene ahora la misión de ensanchar aún más el corazón para abrazar el mundo como lo hizo Cristo.
“Miserando atque eligendo” (lo miró con misericordia y lo eligió), aquel fue el lema episcopal del otrora cardenal argentino que ya había presentado su renuncia a dicha sede por cuestión de edad y que ahora nos hace recordar ante todo que es Dios quien elige, quien nos mira con misericordia y no nos pide méritos sino capacidad de amar hasta el extremo como Cristo lo hizo. Lo ha mirado con misericordia y lo eligió, nos miró a pesar nuestro y nos llamó ¿Contigo, herman@, no hará lo mismo?
Por último, es necesario elevar nuestro compromiso de oración por el Papa y comprometer mente, voluntad y corazón para trabajar en conjunto. ¡Bendito sea el Señor, el Buen Pastor, que nos ha dado un nuevo Pedro: Francisco, un latinoamericano para el mundo!
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