Lleven el hábito que demuestre control de los pensamientos, discreción de ojos, mortificación del tacto, de la gula, de la pereza, de la sensibilidad.
Y además báñense el cuerpo para quitar toda mancha que pueda haber dejado la jornada anterior:
Báñense bien la frente, para que los pensamientos sean puros, báñense bien los ojos para que las miradas sean santas y todos atentos en la contemplación de Jesús, báñense bien las orejas, para que lo escuchado se abra a la Palabra de Dios, báñense bien la boca y los dientes para que sea mortificado, sea santificado su gusto, sea santificada la lengua en todas sus palabras; cada vez que se abra la boca sea solamente para el Señor.
Hay que estar atentos en el hablar y decir pocas palabras, así como en avaro está atento al hacer salir las monedas de su bolsillo…
Báñense bien las manos para que hagan las obras del Señor (RP II, 68).
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